martes, 30 de junio de 2009

Los Celtas Cortos: Modelo de ataque pirata.

Todo pirata que se precie tiene un ejemplo o modelo que le sirve de Pigmalión. En mi caso, y como buen pirata que soy, andaba buscando a alguien a quien imitar caso de asaltar alguna costa del pantano (siento una especial predilección por Flor de Ribera, aprovechando, eso sí, que haya alguien merendando, para que el botín resulte algo más suculento).

En ello estaba cuando me vino a la memoria una chirigota gaditana a la que le tengo algo de manía, debido a que ganó la final del Falla en los Carnavales de 1981, cuando sin lugar a ninguna duda quien mereció la victoria aquel año, ya que marcó un hito en la modernización y puesta en escena de las chirigotas, fue "Los pollitos mi compare".

El caso es que la chirigota en cuestión, llamada "Los Celtas Cortos", tiene un pasodoble que explica casi al pie de la letra como tiene que llevarse a cabo una buena incursión pirata, particularmente si ésta se produce en las costas del Montoro.

Dice así:

La otra noche yo soñaba
que libraba una batalla
en un castillo-fortaleza,
y de un tajo le cortaba
con el filo de mi espada
al enemigo la cabeza.

Soñé que conquistaba en el ataque
un arca con muchísimo dinero;
también yo me llevé siete almanaques
y las colillas de los ceniceros.

Catorce candelabros y un lebrillo
lleno de piriñaca con atún,
dos latas que contenían carne membrillo
tres palancanas y diez cajas de betún.

Nos batimo en retirada llenos de gloria,
y repartimo entre todos nuestro botín,
brindamos muy satisfechos por la victoria,
y nos sentimos dichosos, contentos y muy felíz.

Cuando más a gusto estaba sentí de pronto
en mis partes delicadas un gran dolor;
y me grito mi parienta, con la cara descompuesta:
"Te voy a estrujar los güevos porque soñanado
tu me has pegao un gran palizón".

sábado, 20 de junio de 2009

...QUE ES MI DIOS MI LIBERTAD...


TÍTULO DE PROPIEDAD

Hasta aquí me acerqué por vez primera,
mi barca me llevó hasta tus orillas.

Yo remaba buscando maravillas
y me encontré con una carretera.

"¡Que estás en un pantano! ¿No te enteras?"
me gritaban desde sus ventanillas
dos chicas que creí de las Antillas
y resultó que eran Solaneras.

Y así, con tal oprobio y tal desdoro,
renqueando con mi pata de palo,
me proclamé virrey del Montoro.

Desde entonces a hoy, con mi tesoro,
y un parche que me tapa el ojo malo,
comparto mis dominios con mi loro.

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